Esta obra es un proyecto que toca los temas fundamentales que han marcado la práctica artística de Esther Ferrer, tales como el tiempo y la documentación de su paso inexorable. Cada cinco años se hace un autorretrato fotográfico, lo divide en dos y combina cada mitad de la cara con la de años anteriores, mostrando así el devenir del tiempo en su propio cuerpo. El trabajo se presenta como una red de variaciones sobre el tema de la presencia física y su constante transformación.