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Museotik Historias

Zumalakarregi y el sitio de Bilbao

Tras la muerte de Fernando VII en septiembre de 1933, los partidarios de su hermano Carlos María Isidro no aceptaron la proclamación de Isabel como heredera al trono, lo que dio lugar a la Primera Guerra Carlista que se desarrolló entre 1833 y 1840.

La cuestión sucesoria no fue la única razón de la guerra. Tras la Guerra de la Independencia, Fernando VII abolió la Constitución de 1812 pero tras el Trienio Liberal, y en los últimos años de su reinado permitió ciertas reformas para atraer a los sectores liberales, que además pretendían igualar las leyes y costumbres en todo el territorio del reino eliminando los fueros y las leyes particulares, al tiempo los sectores más absolutistas y conservadores se agrupaban en torno a su hermano Carlos.

Bajo el lema "Dios, Patria, Rey y Fueros" defendían, entre otras cuestiones la foralidad. Los fueros eran leyes propias y diferentes que todavía poseían algunos territorios como Navarra y País Vasco y que el afán uniformizador de los liberales ponía en peligro. La población de los territorios forales se veía beneficiada por tener su propio gobierno, jueces, su propio sistema fiscal con menos impuestos y por no estar sometidos a quintas. Por ello el carlismo encontró apoyo social sobre todo en las áreas rurales.

El enfrentamiento comenzó desde la toma del título de Rey de España del Infante D. Carlos el primero de octubre de 1833.

La revuelta no se extiende hasta que Tomás de Zumalakarregi dirige el levantamiento en las zonas rurales de Bizkaia y es nombrado el 14 de noviembre de 1833 jefe militar de las tropas carlistas, propagándose la rebelión por el País Vasco, Navarra y La Rioja.

En noviembre de 1833 se produce el levantamiento carlista en el Maestrazgo, que pocos días después es reducido por las tropas isabelinas. Los carlistas se dispersan por las montañas formando partidas. Al frente de una de estas partidas está el cabo Ramón Cabrera, que lidera varias acciones contra las fuerzas isabelinas y que le supone su ascenso militar. Mientras, los liberales se encuentran divididos entre moderados que apoyan a la reina y los exaltados radicales y anticlericales. En el exterior, Isabel II es reconocida por Inglaterra y Francia.

Carlos necesita reconocimiento internacional para conseguir financiación y para ello ha de controlar al menos un puerto importante. Sus fuerzas, aunque predominan en el medio rural, no controlan ninguna ciudad por lo que Zumalakarregi, que había sido nombrado jefe militar del ejército norte, inicia el 10 de junio de 1835 el primer asedio a Bilbao, defendido por el conde de Mirasol.

El 10 de junio de 1835 los carlistas iniciaron el sitio de Bilbao a las órdenes de Zumalakarregi, quien se había hecho con el control de gran parte del territorio vasco. Bilbao era la principal ciudad vasca, próspera y con una gran actividad comercial situada en enclave liberal.

La incursión resultó fatal ya que el ejército carlista no se hallaba muy preparado para afrontar operaciones de asedio de envergadura. El propio Zumalakarregi se manifestó en cierto modo contrario al asedio ya que él quería avanzar hacia Vitoria para llegar a Madrid. La ciudad fue cercada entre el 10 y el 11 de junio; los liberales habían reforzado las defensas y organizado a la Milicia Nacional, y ambos bandos bombardeaban las defensas de sus oponentes en una guerra de posiciones.

Pero el 24 de junio de 1835 Zumalakarregi es alcanzado por un disparo mientras dirigía a sus tropas, lo que le causó la muerte.

La muerte de Zumalakarregi descabezó al carlismo vasco. El final de la guerra se escenificó en el Abrazo de Vergara, donde los generales Maroto y Espartero firmaron la paz a cambio de "la confirmación de los fueros de la Provincias Vascongadas y Navarra, sin prejuicio de la unidad constitucional de la monarquía", coletilla final que fue germen de la continuación del conflicto hasta nuestros días. El Convenio de Vergara no fue aceptado por los 13 batallones navarros y los 6 alaveses; ni por cinco de los 8 guipuzcoanos. Sólo los 8 vizcaínos lo aceptaron en su totalidad. El 25 de octubre de 1839 las Cortes confirmaron los fueros de las cuatro provincias vascas "sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía".

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