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Museotik Historias

Nekazaritza II

Antes de la llegada de las cosechadoras y otros avances mecánicos, la siega de la mies era una de las tareas con mayor calado de todo el calendario agrícola. Llegado el mes de julio, los agricultores se preparaban para recolectar el cereal. Las espigas adquieren en este momento del verano un color dorado, primero se segaban las más tempranas que eran las cebadas, continuando con el trigo, el centeno, la avena y el maiz.

La siega del cereal era una actividad de gran importancia para las familias. Acudían todos sus integrantes casi siempre acompañados de parientes y vecinos, ya que era importante acabar pronto y tener el grano guardado en los graneros ante las eventuales inclemencias del tiempo.

Tradicionalmente se segaba de modo manual con la hoz. En los años 50 apareció la segadora, que era una máquina provista de dos ruedas metálicas y unas cuchillas arrastrada por bueyes.

Para extraer el grano de las espigas se usaba el trillo, utensilio tirado por ganado sobre las gavillas, que permitía después aventar y así separar el grano de la paja lanzando el material trillado al aire con palas y horquillas.

Un avance previo a las cosechadoras que se usan hoy en día fue la trilladora mecánica, que permitió una mayor capacidad de trabajo y que comenzó a difundirse a partir de 1920. La empresa alavesa Ajuria adapto las trilladoras fabricadas en Gran Bretaña posibilitando la mecanización de la cosecha y aunando en una sola máquina trilla, aventada y limpieza.

Los hórreos, construcciones de madera elevadas sobre pilares de piedra, eran lugares comunes para el almacenamiento de granos. Con la aparición del maíz a principios del siglo XVII, se empezó a construir para secar las mazorcas y no bromear el grano, ya que el largo, húmedo y frío invierno del clima atlántico obliga a recoger la cosecha temprano. Estos hórreos, han formado parte del paisaje en algunas zonas de Euskal Herria. El mayor número se concentra en el noreste de Navarra, en concreto en la comarca de Aezkoa. Aunque también en Bizkaia y Gipuzkoa.

En los hórreos, no todos los visitantes eran bienvenidos... Los ratones y otro tipo de roedores eran los animales que se acercaban a la cosecha. Por ello, este tipo de trampas para roedores eran usuales en las despensas en el ámbito doméstico y en los espacios dedicados al almacenaje de las cosechas.

Una vez que los cultivos habían sido almacenados con seguridad, llegaba el momento de la venta. Los agricultores llevaban sus productos al mercado local. La venta de la cosecha no solo proporcionaba ingresos para los agricultores, sino que también alimentaba a la comunidad.

Finalmente, la quema de rastrojo ponía fin a este ciclo agrícola, limpiando los campos de los restos de la cosecha para prepararlos para la próxima temporada de siembra y así volver a dar inicio a un nuevo ciclo...

EXPLORA LAS COLECCIONES

La salla del maíz

Museo de Bellas Artes de Bilbao

[Cosechando]

Museo Vasco de Bilbao